EL ABUELO YEYO Y EL SENTIDO DEL TRABAJO
Por: Evaristo Marcano Marín
Viendo Cerro Hondo desde su nueva casa, llegó a su
memoria, el día que se apareció en El Maco con el sueño de empezar.
Repentinamente, ese recuerdo lo apartó por un momento
y se quedó viendo la montaña, como si sus ojos quisieran guardar esa imagen que
muy borrosa le llegaba. Supo que estaba verdecito, aunque su visión era
borrosa. Las lluvias -se dijo- son el pipí de los ángeles y con ellas todo
florece y reverdece como un milagro. Esa urea de los ángeles es un buen fertilizante.
Estuvo quieto viéndolo y sintió que esa imagen se le
guardaba en el corazón. No busco explicación a esta necesidad. Muchas cosas que
sentía y quería, ya las veían borrosas y cuando necesitaba verla como deseaba,
las tenía a través del recuerdo.
Viendo la montaña sintió unas manitos en su espalda y
supo inmediatamente, cuál era la manito de Valeria y cuál era, la manito de Anastasia.
Busco en sus recuerdos, con la idea de saber, cuántas veces había sentido algo
así y evito contarlas, porque creyó que en otros tiempos, la vida iba muy
rápida.
Viendo la sombra de la montaña, recordó que después de
instalarse en el pueblo, el sueño por momentos se le transformaba en pesadilla,
pero convencido estaba, que su vida siempre había sido como una recta. He
estado firme -se dijo- y está firmeza rompe los tropiezos. Mi sueño -continuaba
hablándose-, fue tomando su curso y hoy, ya tengo toda la riqueza por la cual trabajé
y con la gran ñapa de mis nietos. Estás manitos en mis espaldas, es una gran
riqueza o mi mayor riqueza.
II
Sentado en su nueva casa, se acordó que en todo
el trayecto de ese viaje Maracay/Margarita, estuvo convenciéndose de la
necesidad de llegarse al Maco.
Apenas llegó a Porlamar para comprar mercancías que
luego vendería en Maracay, que era donde vivía; el sueño de abrirse caminos en Margarita
le seguía rondando y se convenció que este comenzar sería en el pueblo que
dejó, cuando sus padres decidieron levantar vuelo hacia el Zulia y él era un
niño.
Pensó y se dijo: Compro, me voy a la posada y veo la
manera de llegarme hasta El Maco. Si decido venirme, comienzo está nueva
etapa allá. Andando por las tiendas en búsqueda de mejores precios, decidió:
ahorita agarró camino para El Maco
III
Llegó al pueblo sin nada porque venía para hacer un
contacto y luego regresar al hotel y en la noche tomar camino de regreso hacia
Maracay. Al entrar al pueblo, pensó que el mejor lugar para quedarse era
cerca de la iglesia. Al bajarse del carro que lo trajo, estuvo un largo rato
buscando en sus recuerdos un punto que le permitiera encontrarse y comenzar a
caminar. Vio hacia donde suponía era El Rincón del Perro y sintió una cercanía
con el lugar. Supo que algo lo empujaba a caminar hacia este lugar donde sabía
tenía sembrado sus raíces. Mientras caminaba y buscaba en sus recuerdos,
volteaba en busca de alguien para orientarse, pero la calle a esa hora estaba
muy sola. De una vieja casita, vio salir a una señora y apuró el paso para
buscar una orientación. Se le acercó y preguntó por Arístides. Era la
única persona que recordaba porque en su familia, había oído muchas veces
el nombre de Arístides.
Doñita, dónde puedo encontrar al Sr Arístides.
¿Arístides? hay mijo, ese hoy está en la gallera de El
Cercado. Ese vive con esos gallos.
Convencido de la necesidad de encontrarse con Arístides,
se regresó a El Cercado. Mientras caminaba hacia la gallera se dijo: Dios nos cría
y Dios me va a llevar juntarme con el primo Arístides, dónde nos gusta. Él era
aficionado a los gallos y sabía que Arístides también.
Al llegar a la gallera, preguntó por Arístides y rápidamente se vieron y se conectaron. A primeras horas de la tarde, se sentaron bajo una mata de dátil que estaba frente a la casa de María Dolores (mamá de Esteba) y ahí se tomaron unas cervezas y con Arístides, comenzó a darle sentido a su proyecto. Ya en la tarde, se despidió y le prometió volver.
Regresó a Maracay con la idea de venirse y así lo
hizo. Dolores Ríos, le prestó un espacio y ahí con su familia comenzó una
historia donde el trabajo duro fue la constante con sus tropiezos.
Muchos tropiezos y muchos días garantizando a sus hijos solo arepa con
mantequilla.
En un momento de este duro caminar, se puso en un
carrito y trabajó un tiempo con él. La situación no era fácil y sintió otro tropezón
y volvió a empinarse. Comenzó a preparar chupi chupi y posicles, pero
inventando, quería aprovechar siempre las oportunidades.
Yeyo le agregó a esta actividad de venta de
posicles y chupi chupi, la venta de terminales en compañía de Táchita, su
compañera de ruta.
En un tropiezo que parecía definitivo para su proyecto,
oye que tocan a la puerta unos señores y le ofrecen, un "buen"
negocio con Ganancia rápida, pero con gran riesgo para él. Le ofrecieron llevar
de Margarita a tierra firme contrabando a de cigarros y bebidas en grandes
cantidades y no lo pensó. A los señores y sin dudarlo una vez, les dijo: estoy
jodido y mis hijos tienen muchas limitaciones, pero mi familia es siempre
primero. Pasando necesidades como estamos hoy, mi norte es el trabajo honesto.
En otra empinada, vino la oportunidad de un camión y
esto le abrió oportunidades de trabajo más fuertes. Se iba a tierra firme y
traía cosas para vender. En una oportunidad, vio lo que creyó era una
oportunidad de ganarse unos reales adicionales y trajo una cantidad de chivos.
Esta "oportunidad", casi lo lleva a tropezar nuevamente.
Se empina y otra vez comienza a traer cochinos y
ganados, abre un espacio en el mercado de Juangriego y la situación comenzó a serle
menos hostil. Pensó que como en otras ocasiones, no le iba dar tregua al
trabajo y nada lo apartaría de esa ruta. En cada empinada que intentaba, toda
la familia apostaba a ella y todos eran YEYO buscando en el trabajo una manera
de sacar adelante su familia.
Ya hoy no está entre su familia, pero si tengo una
manera de expresar, quien fue Yeyo; matemática o geométricamente digo, que Yeyo
fue una recta con dos puntos: el trabajo y la familia. Su forma de vida fue una
recta con esos dos puntos.
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