LA PIEDRA DE AMOLAR CERDAS EN LA RUTINA DE UN ZAPATERO MAQUERO

 


Por: Nelson Velásquez


La artesanía del zapato en nuestro Maco, marcó una época y una referencia a nivel de nuestro Estado Nueva Esparta y por qué no decirlo, a nivel del territorio nacional. Muchos eran los comerciantes Maqueros que salían de Margarita para vender nuestros zapatos en otras ciudades de Venezuela, los cuáles eran comprados con la garantía de que iban a disfrutar, por mucho tiempo, de unos buenos zapatos hechos a mano.

En un principio, los zapatos eran hechos bajo el sistema de “Moruna”; que significaba un cocido a mano utilizando para ello: una lezna, de punta semicurva, para abrir los huecos en la suela; un hilo especial llamado hilaza, que curaban con cidra, para darle mayor durabilidad y; dos cerdas, las cuáles eran obtenidas del Cochino, que introducían en sentido opuesto para ir haciendo las tantas puntadas del zapato, por el borde de la suela; también utilizaban el Sable, muy parecido a la lezna, de punta semicurva, pero achatada.

Nuestro zapatero artesanal, viendo mermada su producción con el sistema de “Moruna”, ya que empleaba mucho tiempo para confeccionar un par de zapatos; optó por cambiarse al sistema de “Claveteado”, procedimiento más rápido, para el cuál, la horma debía tener una plantilla de acero, utilizando clavos pequeños, con cabeza un poco grande que llamaban clavos de bastear, que, al clavetearlo en la suela, la punta quedaba totalmente aplastada. Este nuevo sistema, sin duda que significó un aumento en la producción de calzados y nuestro zapatero Maquero vio de momento cubiertas sus expectativas. Satisfacción que no tardó mucho tiempo porque, muy pronto la Revolución Industrial se hizo presente y el sistema “Claveteado” también quedó atrás, con la presencia de unas máquinas muy grandes, cuya altura estaba cercana a 1.70 mts., adquiridas por emprendedores Maqueros, y operadas por ellos mismos, que realizaban el trabajo de Coser un par de zapatos en apenas, 4 minutos.

La primera máquina fue adquirida por el Sr. Luis Marcano + y la operaba en un anexo de su casa; la segunda, por Cruz Marcano + y operada por su hijo, Cruz Eligio Rivero, en el garaje que estaba frente a su casa; posteriormente, el Sr. Cruz Marcano la vendió a Bonifacio (Facho) Carrión, quién la operaba en un anexo de su casa; ambas máquinas eran de color verde, marca “Landis” y motor “Onan”. Era curioso, ver al Sr. Facho Carrión, sacar la lengua (maña de los Carriones), que casi se la mordía, durante el recorrido del cosido del zapato. La última máquina de ese estilo, la adquirió Crispiniano Velásquez +, quién también la operaba desde su casa ubicada cerca de la Iglesia.

Si bien es cierto que esas máquinas vinieron a reemplazar el sistema de “Claveteado” del zapato, también es cierto, que el nuevo sistema de cosido mantuvo vigente la “Moruna”, ya que el principio era el mismo, sólo que de una forma industrializada y por ende, más rápida.

Todos estos eventos tuvieron lugar en nuestro pueblo Maquero, donde reinaba un ambiente de total tranquilidad, con un hombre zapatero responsable en el cumplimiento de su trabajo y apoyado incondicionalmente por su pareja, quién en muchos casos combinaba la tarea de oficios del hogar, con alguna actividad económica.

La Banca del zapatero, construida con madera, contemplaba una especie de cajón para guardar los instrumentos después de la jornada de trabajo; el tope de la Banca tenía un borde, también de madera, de unos 3 cms. de altura, aproximadamente, para evitar la caída de los instrumentos de trabajo. También había en dicho tope unos compartimientos para los clavos, atendiendo a su clasificación.

Entre los instrumentos y materiales de trabajo usados por el zapatero cuentan: Martillo, Cabestrillo, Pinza, Cuchilla (Había una grande y una pequeña) Lezna, Sable, Levador (para pulir la suela), Tinta, Crema, Almidón, Clavos tipo tachuela y de bastear, horma de hierro y una piedra para amolar las cuchillas que se fijaba en una base de suela.

Los muchachos y jóvenes de la época, éramos muy obedientes con los hombres zapateros de nuestro pueblo, a quienes admirábamos y respetábamos mucho y, en muchas oportunidades, nos utilizaban para hacer “mandados”, enviando o solicitando cualquier herramienta o material de trabajo a otros zapateros; favor que hacíamos sin reproche alguno. Sin embargo, dentro de esa investidura de seriedad de nuestros zapateros, también estaba presente la parte jocosa para echarle una broma a cualquiera; Yo, fui objeto de una de ellas, la cual relato a continuación:

Cursaba Yo, 6to Grado en la Escuela “Apolinar Figueroa Coronado”, y al regreso de clases solía caminar el pueblo para matar el tiempo. La primera casa en visitar fue la de Baldomero Ríos, quien trabajaba con sus hijos: Isaac, Silvano y Bibiano. Me exige el Sr. Baldomero que fuera donde Pablo el de Goya para que le prestara la “Piedra de Amolar Cerdas”; Yo, acudí al mandado, y el Sr. Pablo, con una expresión de lamento, dijo que se la había prestado a Juan Ríos, que fuera hasta allá, y que por instrucciones de Él, que me la diera. Yo, con la obediencia que me caracterizaba fui hasta donde Juan Ríos, quien también mostró una cara de lamento y me dijo que sentía mucha pena pero se la había prestado a Carlos Ramón el de Federica, que fuera hasta allá, que sin falta, Él me la iba a entregar. Cuando llegué donde el Sr. Carlos Ramón y le eché todo el cuento, soltó una expresión típica del momento, diciéndome “Mira muchacho, no seas vergajo”, esa gente te está mamando el gallo, NO EXISTE ninguna PIEDRA de AMOLAR CERDAS.

Comentando esta anécdota con el paisano Reger Brito, “El Arrendajo de Oriente”, me dijo que Él también había sido víctima de los zapateros Maqueros, de algo muy parecido; que en su caso, lo mandaron a buscar “La Aguja de Coser Caldero”. Las razones que conllevaron a ser víctima de tal broma, coinciden con las que Yo argumenté sobre mi caso: Éramos muchachos muy respetuosos, dispuestos a hacer un mandado y además, muy inocentes.

Bueno paisanos, esa fue una experiencia vivida, que despertó en parte, el mundo de inocencia en que vivíamos los muchachos de la época. A mi edad, 12 años aproximadamente, y poco conocedor de las herramientas de trabajo del zapatero, creía que “LA PIEDRA DE AMOLAR CERDAS”, existía. Luego, la lección fue aprendida rápidamente. Desde luego que Reger Brito también creía que existía la “AGUJA PARA COSER CALDERO”.

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